¡Hola! Esta edición es parte de la segunda temporada de Uveúno. Soy Ernesto Jiménez, de día me dedico a construir experiencias digitales y contar las historias que las hacen crecer en Red Bull y por la noche edito esta newsletter que mando cada dos semanas. Gracias por acompañarme en este viaje por el mundo de la creación de contenidos digitales, la innovación y la creatividad.
Hoy hablamos del maldito síndrome del impostor. Es probable que hayas escuchado esa voz muchas veces. Esa voz que hace que te preguntes si realmente vales para lo que haces, si realmente mereces estar en el puesto que ocupas (¿quién soy yo para hablar sobre esto? ¿quién soy yo para trabajar en esto?). Las frases motivadoras aquí sirven de poco. En esta edición de Uveúno miramos algunas recetas prácticas que me han servido a mantener la cordura y espero que también te ayuden.
Cambia de mentalidad
Cada vez más nos identificamos con lo que hacemos o con nuestro cargo. Es fácil hacerlo pero es peligroso. No somos nuestro trabajo, ni nuestro proyecto ni somos aquello por lo que nos pagan. No somos entidades estáticas. Cambiamos, evolucionamos.
Pero es fácil caer en la identificación cuando hacemos las cosas bien. Si publicas un cuento, eres escritor. Si un sitio web publica tu artículo eres un escritor. Si publicas tu canción en Spotify eres músico. ¿Dejas de serlo si no publicas? No. Cuando las cosas no salen bien, ay, ahí es cuando sufrimos. Porque no somos una persona creativa que está explorando y ha fallado sino que nos identificamos con el fallo. Ya no soy un escritor que ha publicado un cuento sino que soy un escritor fallido, o peor, no soy siquiera escritor.
Dice Steven Pressfield en su the War of Art que si te angustia la pregunta ¿seré realmente un escritor, seré realmente un músico? lo más probable es que lo seas. Esta angustia es el síndrome del impostor marcando el camino de lo que te importa.
Separa lo que haces del resultado
Algo maquiavélico en cómo actúa el síndrome del impostor es que nos hace atribuir los éxitos a factores externos (la suerte, una fuerza de voluntad extra) pero si fallamos somos nosotros los culpables. En este caso, los creadores deberíamos fijarnos en la actitud de los deportistas de élite, que se centran en entrenar bien, rendir al máximo y tener una gran concentración. Los resultados pueden variar (no dependen siempre de nosotros), la dedicación y entrega sí son cosa nuestra.
Separar el proceso, lo que hacemos, del resultado, lo que obtenemos es un buen recurso contra el síndrome del impostor. Dedicarnos en cuerpo y alma a lo que nos apasiona. Poner todo de nuestra parte en el día a día. Lo importante es el camino, no lo olvidemos. Las metas, los éxitos son solo puntos en un mapa, nuestra vida es dibujar la línea que los une.
Esta separación debería traducirse en cómo nos planteamos los objetivos. Por ejemplo: «mi objetivo será publicar Uvéuno cada dos viernes, pase lo que pase hasta el final de la temporada 2» en lugar de decir: «Uveúno va a llegar a 1000 suscriptores antes de que acabe el año». Al síndrome del impostor le encanta que te marques objetivos que no puedes cumplir. Planteáte mejor escribir 500 palabras al día o grabar música una hora al día en lugar de pensar en escribir un cuento o acabar una canción antes de fin de año. Ya basta de atribuir los éxitos a factores externos pero llevar los fracasos a la identidad personal.
Lleva un registro de éxitos, aciertos, feedback positivo
No recuerdo dónde lo vi pero me pareció una buena idea y la he estado usando y recomendando mucho. La idea es sencilla: tener una carpeta en el ordenador donde almacenar capturas, notas y fotos que reflejen nuestros aciertos o feedback positivo que nos hayan dado. Yo guardo ahí tuits de mis charlas, o comentarios de compañeros o usuarios, capturas de productos que he ayudado a crear, etc.
En los momentos en los que el síndrome del impostor te pega fuerte podrás recurrir a este botiquín de primeros auxilios, es un buen antídoto.
Identifica las críticas que no sirven para nada
Es vital que aprendas a identificar las críticas que no sirven para nada cuanto antes. Porque además son las que más daño te pueden hacer. Una crítica inútil es aquella que usa un tono avergonzante, la que es ambigua, la que es personal o imprecisa en lo que señala. Es la crítica que recibes cuando publicas un artículo y alguien dice: "el artículo es basura, no lo ha escrito un periodista (o es muy junior o cualquier otra cosa que no tiene que ver con el texto en sí)".
Es un comentario de mierda. Es una crítica personal. No hay nada útil, de valor, que podamos hacer con ese comentario. No debemos hacerle caso. No permitas irte a casa diciendo "no voy a escribir más un artículo porque no soy periodista". Estas críticas de mierda suelen venir de personas que se auto erigen en gatekeepers, porteros matones de discoteca que se creen que velan por la integridad de un oficio o comunidad cuando lo único que están haciendo generalmente es mostrar su desesperación por ocultar lo incompetentes que en realidad son.
Escribe cada día, entrena cada día, pinta, graba, juega, desarrolla, construye, gestiona ese proyecto. Haz lo que te mueve. La perfección no existe, no la busques. Buscar la perfección acaba de golpe con el "fluir" que necesitamos para crear.
PD: La próxima entrega de Uveúno te llegará con un nuevo formato y diseño. Estoy migrando a otra plataforma de correo que nos facilitará la comunicación entre los suscriptores. No tienes que hacer nada.